La caza del Macho Montés a la Espera
13/08/2013
Después de una Primavera meteorológicamente propicia los campos colindantes a nuestras montañas (las de Tortosa-Beceite) han estallado como un oasis después de la lluvia y se han convertido en un delicioso manjar para nuestras Monteses.
Después de una Primavera meteorológicamente propicia los campos colindantes a nuestras montañas (las de Tortosa-Beceite) han estallado como un oasis después de la lluvia. Principalmente, como tierra de buen vino, nuestras vides han comenzado su imparable crecimiento y consecuentemente se han convertido en un delicioso manjar para nuestras Monteses. Como cada año mis conocidos y amigos agricultores han empezado a notar las, cada vez mas frecuentes, entradas en sus propios fundios de nuestros queridos caprínidos y a elevarme sus ya periódicas y anuales quejas.
Comprobados los mismos y cursada la correspondientes solicitudes, la administración competente ha otorgado unos permisos para el abate, bajo modalidad de espera, de los causantes de los referidos daños.
Heme aquí, hoy sin mi compañero de caza Miguel, rodeado de mosquitos, moscas y para mas inri mosca negra, bien sentado junto a mis prismáticos y a mi "hierro": Un Santa Bárbara 7mm RM, con el viento a favor (nuestra querida garbinada) y atento a cualquier movimiento o sonido que la montaña pueda depararme. La tarde, pasa sin demasiados sobresaltos y empieza a anochecer y... de momento nada. ¿Abandono? ¿Es demasiado tarde? Algo me dice (será la Diosa Diana o tal vez San Huberto) que debo esperar.
De repente, hacia mi derecha, en su esquina superior, aparece un Macho y simultáneamente las palpitaciones de mi corazón retumban en mis oídos. Él comienza, deshinibido, a pacer y yo mientras, lo observo, lo escruto, lo admiro y... CUMPLE!!!
Mi visor esta a seis aumentos, pero el anochecer ya esta cabalgando a mis espaldas, el tiempo se me agota. Es él o yo, la muerte o la derrota. Me sorprende el disparo y el animal, recibiendo una dosis letal de plomo envuelto en su chaqueta metálica, expira.
Dejo mi posición de aguardo y, casi sin luz, llego hasta su imponente cuerpo sin vida. Tiene doce primaveras.